Herramientas del confinamiento

Hace algunas semanas si alguien hubiera dicho que más del 30% de la humanidad estaría confinada en su casa, hubiéramos pensado que era un friki cercano a la paranoia… ¡pero ha sucedido! Un fantasma recorre el mundo, como en el Manifiesto Comunista, un fantasma de miedo, un fantasma vírico, un fantasma de explotación, dominación de precariedad y… ¡de muerte!.

Y ha pasado sin la respuesta vigorosa que el clima insurreccional que había en el mundo a finales de 2019 y principios de 2020 hacia esperar, al contrario, el confinamiento ha servido de eficaz apagafuego y ha extinguido, al menos temporalmente y en apariencia, las revueltas del Libano, de Iran, de Chile…

A pesar de todo en Chile se han vivido episodios de revuelta a finales de marzo con la huelga general y el dia del joven combatiente, ha habido saqueos en Italia, altercados y enfrentamientos con la policía en varios puntos de Andalucía (“barrios conflictivos” de Málaga, Cádiz y Sevilla) y en Canarias, disturbios en Bruselas (estos fueron gordos, quemaron comisarias y coches de policía) y en París; en Alemania y EE.UU manifestaciones masivas. Al mismo tiempo que en todos los sistemas penitenciarios del mundo se suceden los motines, las huelgas y las protestas contra la cárcel como sistema de exterminio.

Dejando aparte el origen de la epidemia, sus efectos sobre la economía (el trabajo y los beneficios), sobre el consumo y sobre el llamado estado de bienestar queremos centrar la mirada en sus efectos sobre el control social, porque como otras muchas cosas, el control social no será el mismo después de toda la experiencia práctica que habrán sacado del confinamiento de millones de personas.

Experiencia tecnológica, experiencia organizativa y experiencia psicológica que en este caso va más allá del control social y llega casi al control mental, toda esta experiencia permitirá mejorar las herramientas y crear otras nuevas.

LAS HERRAMIENTAS TECNOLÓGICAS.

El estudio de movilidad a partir de los datos de las operadoras telefónicas:

Las herramientas con más uso y que, seguramente, serán las que se perfeccionarán son la geolocalización y la identidad individual.

El 28 de marzo se publicó en el BOE (Orden SND 297/2020, BOE num.86 de 28/3/2020) una orden en la que se encargaba a la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, desarrollar una App “de autoevaluación” y geolocalización centrada en la epidemia, un chatbot vía whatsapp y, finalmente, un estudio de movilidad para identificar los desplazamientos durante el período de emergencia.

Son dos temas parecidos, los aplicativos por un lado y el análisis vía big data de los millones de datos de los operadores. Hay una diferencia, en el primer paquete se pide a sus usuarios que activen la geolocalización con el GPS, en el segundo se geolocaliza usando la triangulación de las antenas.

La ventaja del sistema del GPS es que es más preciso, su desventaja que se necesita la cooperación del usuario. Contrariamente, el sistema de triangulación no necesita cooperación, pero es más impreciso.

La precisión del método de triangulación va 100 a 1.000 metros, dependiendo de la densidad de antenas, en zonas muy pobladas la densidad es mayor, así que en las ciudades es donde el método es más preciso, ahora con el 5G (que usa una densidad de antenas mayor) la precisión mejorará y por tanto su valor para el control social “mejorará”.

El uso de este método no es ninguna novedad, de hecho se han realizado dos estudios de movilidad

uno del Instituto Nacional de Estadística en noviembre y diciembre del año pasado (y este verano) y hace unas semanas un piloto del estudio a nivel estatal.

El uso policial de este método está avalado por la ley 25/2007 del 18/190/07 de conservación de datos relativos a las comunicaciones electrónicas y a las redes públicas de comunicaciones. Esta ley habilita bajo control judicial que las Fuerzas de Seguridad del Estado y el CNI puedan requerir estos datos a las operadoras, curiosamente la directiva europea en la que se basa dicha ley (2006/24/CE) fue anulada por los tribunales europeos sin que esto haya tenido consecuencias en su aplicación, solo que se supedite al nuevo reglamento de datos (GDPR).

Así pues el decreto derivado de la emergencia (297/2020) no supone nada significativamente nuevo, los datos estarán “anonimizados” a partir del IMSI ((Identidad Internacional del Abonado Móvil, código de identificación integrado en la tarjeta SIM), todo lo anonimizada que pueda estar una línea de teléfono.

Los datos no se podrán usar para imponer multas administrativas (como es la rotura del confinamiento), aunque el cretino de Marlaska ya nos avisa que (previa autorización judicial) están pensando en usarlas. No se gravan los contenidos de las comunicaciones, más por dificultad técnica que por legalidades.

De hecho la legalidad del decreto (igual que la del anterior estudio estadístico de la movilidad del INE) ha sido puesta en duda por numerosos juristas.

El decreto 297/2020 es inocuo?… ¡NO!. Por una parte es un ensayo de metodologías de análisis de grandes cantidades de datos, análisis en los que el Estado Español (la institución gubernamental, no las empresas) no está muy familiarizado, es también un ensayo de colaboración con las operadoras, de hecho, los datos forman parte del capital de estas empresas (los venden, los compran y los alquilan) y son remisas a compartirlos… y una manera a irnos acostumbrando a esta intrusión en las comunicaciones. Finalmente una vez se ha iniciado un proceso de toma y análisis de datos, con todos los protocolos y mecanismos asociados en marcha y optimizados, suele ser imposible detenerlo y lo que ahora es un análisis que llega al nivel municipal, pase a ser de barrio, de sección censal… i individual, sólo es cuestión de tiempo, recursos y excusas (emergencias sanitarias, de catástrofes naturales, de terrorismo…)… la plasmación del sueño autoritario del estado.

La geolocalización a través de App’s.

En cuanto al uso de las App’s específicas del coronavirus (la mayoría App’s anteriores lo suelen hacer) se trata de geolocalizar a los usuarios y cruzar los datos con los datos de salud que, de momento, facilitan voluntariamente. Anteriormente otras aplicaciones dependientes de estamentos gubernamentales (desde ministerios a ayuntamientos y empresas de transporte) nos pedían la geolocalización con la excusa de ofreceros servicios, pero nunca cruzados directamente con datos tan sensibles como los de salud.

El grado de intromisión de estas aplicaciones varia mucho según los países:

-En Corea del Sur App envía alertas, permite monitorizar la localización de los infectados.

-En Taiwán la App avisa a la policía en caso que una persona salga de casa o apague el móvil, movilizando a los agentes en 15 minutos, la policía llama dos veces al día para prevenir que dejen el móvil en casa.

-En Singapur la aplicación informa cuando el usuario ha estado a menos de 2 metros de una persona durante 30 minutos o más, con lo cual el gobierno puede alertar cuando una de estas personas es sospechosa de estar afectada.

-En Israel tienen una aplicación “pública” en forma de App desde la que se puede consultar si has tenido contacto con alguien, y otra, que permite a los servicios de seguridad hacer un seguimiento de los sospechosos de estar afectados.

-En Hong Kong a los extranjeros en tránsito se les coloca una pulsera localizadora que avisa de cambios de ubicación

-En Vietnam la aplicación no solo avisa a la policía si te alejas de tu domicilio sino también a los vecinos.

-Irán también tiene su aplicación (con la que ha recogido datos y geolocalización de 4 millones de ciudadanos) pero las tiendas de aplicaciones la han suprimido por “rastrear los movimientos de la población” (¿!).

-A la UE les actuaciones son muy variables y curiosamente están bastante retrasadas, desde Polonia donde se exige a los confinados (por prescripción médica) a mandar selfis periódicamente y el gobierno pide selfis aleatoriamente, si no se hacen les visita la policía (¡!), hasta Alemania donde están ensayando la conexión de las smartbands (los chismes esos que conectan el cuerpo con el teléfono).

-En el estado español hay una app común que en principio no pide la geolocalització, una en Euzkadi la COVID-19.eus, la CoronaMadrid y otra en Cataluña la STOP COVID 19 CAT que sí que pide la geolocalización. Hay también una iniciativa no gubernamental en código abierto la Open Coronavirus, parecida a las de Corea. No parece que vaya a dar el salto a la calle por no haber conseguido apoyos entre las instituciones.

El número de app’s es muy variable y depende sobretodo del tamaño y la estructura del país, los países federales pueden tener más app’s, como las 21 de la India, las 6 de los EUA o las 3 de Alemania y España.

El efecto de las app sobre la libertad y la privacidad está por ver, pero no parece que las perspectivas sean muy halagüeñas.

El rastreo a través de Bluetooth.

La geolocalización a través de las antenas o de los GPS de los móviles en combinación con las app’s tienen limitaciones. Por una parte legales (sobretodo en Europa) y las debidas a la resistencia a la intromisión del estado y las corporaciones sanitarias en la intimidad sanitaria. Y por otra parte la necesaria colaboración de los usuarios.

Frente a esto han surgido varias iniciativas, en total, de momento 5, algunas claramente privadas como la conjunta de Google y Apple, otras estrictamente gubernamentales como Blue trace de Singapur y la mayoría mixtas entre instituciones (universidades, gobiernos, centros de investigación…) y algunas empresas y fundaciones privadas, TCN-Coalitión grupo internacional, con miembros de EUA, Alemania, Italia, Reino Unido…, otro es el DP-3T europea, más adelantada ya que ha publicado un prototipo, y, finalmente la que parece que se lleva el gato al agua que es la Pan European Privace Preserving Proximiti Tracig PEPP-PT (nombre estrafalario y tramposo donde los haya), la PEPP-PT está formada por más de 130 miembros de 8 países (Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Suiza y España) y la lidera el Instituto Alemán de Telecomunicaciones (HHI).

El sistema consiste en que dos teléfonos, cuando están próximos (pongamos que a 2 metros o menos) durante n tiempo determinado (por ejemplo a partir de 5 o 10 minutos) intercambian unos códigos únicos y encriptados, estos códigos son almacenados durante un tiempo (por ejemplo un més) y a medida que pasa el tiempo (por ejemplo a partir de un mes o 20 días) se van borrando y reescribiendo los nuevos.

A partir de aquí comienza la parte más crítica, una persona que tiene activado el sistema es diagnosticada, a partir de aquí, se supone que voluntariamente, se transfieren los datos de los contactos a un servidor en la nube y la cosa queda en manos de la “autoridad sanitaria”, se advierte a los posibles afectados?, se les obliga a confinarse en un sitio determinado?, se controla periódicamente a los confinados?… tanto Apple/Google como PEPP-PT dejan este punto en manos de cada país…

Para hacer más golosa la cosa, tanto Apple como Google proponen integra el procedimiento de rastreo en sus sistemas operativos, ya sea directamente en los nuevos o mediante las actualizaciones, todo ello “supeditado a la aceptación de cada usuario”, de este modo no se necesita descargar ninguna app de una tienda, ni proceder a instalar nada. Hay que tener en cuenta que entre Android y iOS dominan más del 97% del mercado de sistemas operativos.

Este método de rastreo seria operativo en cualquier país, sin problemas de compatibilidad, un enfermo de una nacionalidad (por ejemplo cheka) es diagnosticado en el Reino Unido, los sistemas de salud de los dos países recibirían la información.

Para que esto funcione es necesario que el usuario consienta (todos sabemos como de fácil se aceptan sin leer las advertencias de las actualizaciones e instalaciones) y que se tenga activado el bluetooth, aunque con la popularización de periféricos conectados por este sistema cada vez son más los teléfonos que lo tienen activado continuamente.

Igual que en el caso del seguimiento por antenas una vez puesto en marcha las consecuencias son impredecibles (o no!) y su extensión a otros usos es segura.

Otros sistemas de geolocalización.

Hay toda una serie de métodos que, de momento se usan sobretodo en zonas comerciales y en edificios donde se necesita geolocalizar, son los LPS (local positioning systems) para el posicionamiento indoor donde no suele alcanzar el GPS.

La mayoría se basan en el posicionamiento por puntos de wifi, por balizas bluetooth de baja energía (iBeacons) por sistemas de RFID. Estos artilugios suelen ser instalados por los “estudiosos” del marketing en comercios y los responsables de seguridad de infraestructuras diversas (hospitales, aeropuertos…).

El reconocimiento facial y la visión artificial térmica también se han usado, sobretodo en China, las novedades en reconocimiento vas desde la identificación de personas sin mascarilla en multitudes hasta la identificación de las personas con mascarilla…

Hay más métodos para localizar a las personas, uno muy generalizado (lo han usado durante el confinamiento en Corea del Sur) los datos de las tarjetas de crédito y otros medios de pago electrónico (que no están anonimizados por definición y no quedan amparadas por las leyes de protección de las comunicaciones aunque si por las de la privacidad), la actividad registrada en los contadores inteligentes de agua o de electricidad también dan datos usables.

Otro artefacto geolocalizable es el automóvil, desde el eCall (obligatorio desde 2018 en los vehículos nuevos), hasta los que se instalan como complemento de las pólizas de seguros y los instalados en flotas comerciales y corporativas. Cuando el eCall este generalizado, aunque solo se usará en caso de accidente no deja de ser una “infraestructura” ya instalada y usable para otras finalidades.

La identidad digital.

El uso masivo de los dispositivos móviles para controlar a la población tiene un inconveniente, el dispositivo está asociado a alguien que paga las cuentas que no es forzosamente el usuario, la identidad del usuario real no queda asociada al dispositivo, pueden ser menores, otros miembros de la familia, trabajadores de una empresa y, en el caso de los de prepago, alguien totalmente ajeno.

Fijar la identidad al dispositivo es una necesidad urgente para culminar el proyecto de control social, de hecho el sector financiero y el del e-comercio, ya hace un tiempo que ha acoplado los dispositivos a la identidad, preparando el camino a la abolición del dinero físico.

Durante esta pandemia los Estados están utilizando las herramientas del control con más descaro que nunca aprovechando su instauración desde hace décadas. Usando las plataformas digitales, internet, app’s como una forma de transformación de las instituciones clásicas. De esta forma, se trasladan a un no lugar siendo invisible manteniendo una sensación de libertad, pero presentes 24 horas al día en nuestras vidas gracias a nuestra conexión constante a Internet.

Al estar encerrados en casa estamos conectados más que nunca, por , esto, las instituciones tienen más acceso que nunca a nuestros datos. Los recopilan, analizan, monitorizan la posición y el movimiento de enormes partes de la sociedad. Gracias a esto pueden crear perfiles para prever nuestro comportamiento, vigilarnos mejor, en resumen, tener mejor control sobre la sociedad y los individuos. Este proceso que categoriza las personas tiene como resultado una identidad algorítmica que no es más ni menos que nuevos estereotipos que fomentan aún más la discriminación. Entre el Documento de Identidad y el dispositivo móvil hay un abismo de posibilidades y eficiencia a la hora de configurar la identidad algorítmica. Los documentos de identidad tipo tarjeta, por muy digitales que sean, tienen un problema de almacenamiento, de capacidad de computo y de comunicaciones que no los hace eficientes a la hora de codificar posición, actividad e incluso opiniones del portador.

La fusión entre la acreditación de la identidad y los móviles , que ya es una realidad en diversos países del este de Asia, empieza ha desarrollarse en la Unión Europea.

Concretamente en Francia, donde el Ministerio del Interior a través de la Agencia Nacional de Documentos Securizados (ANTS) ha desarrollado una prueba piloto de identidad algorítmica a través del móvil, mediante el reconocimiento facial. Esta aplicación para el móvil tendrá la misma validez que las tarjetas de identidad y de residencia y permitirá efectuar más de 500 gestiones administrativas (y es de suponer que financieras). De momento su uso será voluntario, pero la tendencia a la digitalización por coerción, comodidad, inconciencia o estupidez, hace temer que en un futuro próximo será generalizado.

El confinamiento ha tenido dos efectos destacables (entre otros), por una parte la experiencia en el uso y recopilación de datos, que nunca el sistema estatal y sanitario había tenido a este nivel, por otra profundizar en la aceptación de este control, aceptar que el estado entre en tu casa, en tu bolsillo y en tu vida.

LAS HERRAMIENTAS ORGANIZATIVAS.

La organización moderna de las sociedades se basa en la estructura sostenida por una red de las distintas instituciones. Más que un edificio (que es su estructura física) las instituciones se puede considerar como prácticas colectivas, puesto que se crean y perpetúan gracias a las actividades humanas. Son una forma de organización de la sociedad y un sostén de la estructura social y cultural. Son transhistóricas, se transforman a lo largo del tiempo, inculcan valores y suplen ciertas necesidades de los miembros de la sociedad. Se expresan a través de la acción de los individuos y también así alcanzan sus objetivos gracias a su estructura burocrática y automatizada.

Las instituciones están organizadas de forma jerárquica y son un instrumento para eximir de todas las responsabilidades con la excusa de la obediencia a los superiores. Se pasa la responsabilidad de uno a otro en cadena y nunca hay ningún responsable de verdad.

De hecho, la organización de nuestra sociedad es de este tipo: la división de trabajo es muy compleja, nadie conoce el objetivo final de su actividad, pero obedece porque piensa que hay alguien que lo sabe. Por ejemplo, las enfermeras que deben obedecer las decisiones de los médicos, aunque sepan que son negativas para los pacientes, los médicos que deben tomar la decisión a quién realizar un test de Covid19 o a quién ingresar en la UCI según los criterios que impone la dirección del hospital, etc. Éste razonamiento y organización viene de la concepción burocrática de las instituciones y, por lo tanto, también penetra en la sociedad. La burocracia busca ejercer control total sobre la realidad para manipularla y moldearla a través de un esquema único y estandarizado. Para ello tiene a su disponibilidad distintas herramientas, como disciplina, autoridad, legitimación y jerarquía.

La forma burocrática de funcionamiento es fría, conformista e inflexible para el cambio, es decir, inflexible con la creatividad para buscar soluciones para imprevistos frenando la innovación y mejoras. Según Foucault hay dos paradigmas de poder: el jurídico que tiene su origen en las leyes, viene de arriba hacia abajo, reprime, excluye, encierra a todos los que no lo respetan; el otro es el paradigma estratégico que es una red que no deja espacio para la libertad, no reprime sino controla, vigila, regula, gestiona. No cierra, sino que trata de devolver la normalidad. Utiliza, recompensa y legitima, un liderazgo experto, depositario de la información y coercitivo.

La situación de pandemia es un contexto histórico en el que el poder actuando estratégicamente construye y la sociedad, con los individuos que la componen, no son libres sino parte de este contexto que refleja que en nuestra sociedad la obediencia se considera un valor y la ciencia una autoridad por ser el poder legítimo de experto que la usa por el bien de la humanidad (los expertos epidemiólogos que deciden si nos quedamos confinados o podemos empezar a hacer “desescalada” que a su vez siguen los protocolos diseñados por otros expertos de la OMS).

Las personas han perdido su libertad creyendo que participar en el entramado burocrático de las instituciones les permite salvar la libertad y la vida, guiadas por el discurso institucional de los dispositivos del poder. Éstos empiezan por los políticos, fuerzas de seguridad, pasando por los medios de comunicación que son su herramienta más utilizada, siendo un instrumento creado para sostener y proteger la realidad política, económica y social dominante del grupo mayoritario de poder y terminando en los propios vecinos( que nos vigilan desde los balcones).

El discurso ya empieza con el hashtag “#quédateencasa” dejando entender que de esta manera vamos a salvar vidas, hacemos algo grande y bondadoso, por lo tanto, todo el que se lo salta es un potencial homicida. Son los roles que nos impone la realidad del confinamiento; de los que se quedan confinados y los que se saltan el confinamiento; los buenos y los malos. Inconscientemente actuamos según estos roles, los asumimos y los reproducimos y ya que la acción moldea la identidad acabamos siendo lo que hacemos.

La epidemia ha sido aprovechada por el estado para poner (ya veremos si temporalmente) por primera vez desde la transición todas las fuerzas armadas (y coercitivas) del estado bajo un mando central, los 132.000 militares, los 149.000 efectivos de la Guardia Civil y Policía Nacional, los 66.000 policías locales, los 26.000 policías autónomos y los cuerpos dependientes de ministerios como Hacienda, los 1.900 del Servicio de Vigilancia Aduanera o los 6.000 Agentes Rurales. El tiempo de emergencia sirve para reforzar la “cadena de mando” la “cadena de obediencia”

Durante confinamiento al ser limitados nuestros movimientos también se limita definición del nuestro “yo”, por lo tanto, hay una transformación de identidad del humano del siglo XXI a más obediente y a tolerar mejor las limitaciones de su libertad y de los demás con un discurso de fuerza mayor. Se construye historia oficial de las instituciones la cual se impone a las narraciones propias sobre de la identidad de cada de nosotros. De esta forma, las instituciones garantizan sus objetivos sobre modelar la sociedad y legitimizan lo que hacen y todo lo que hacen es por el bien nuestro. Convocar un estado de alarma es por nuestro bien, para prevenir expansión de enfermedad, la UME está para desinfectar las ciudades del virus y montar los hospitales y la Policía para vigilar que nadie no incumpla y salga para contagiar a los demás. Nuestro rol es quedar en casa y obedecer pasivamente. Cualquier desobediencia, es decir, saltarse confinamiento, es interpretada como demostración de la necesidad de uso de los dispositivos del control y represión (la violencia policial, presencia de los militares, controles, etc.).

¿Cómo las personas asumimos la legitimidad de una institución? El proceso que lleva a esto se llama institucionalización. Es un proceso largo y es producto histórico de actividades de las personas. Las instituciones las consideramos hechos objetivos y en realidad se han construido y se construyen por una actividad humana recíproca.

El hecho de que aceptemos la actuación del ejército, aplaudamos cuando Policía pega a una persona que se “saltó confinamiento” o nos resignemos cuando digan a nuestra madre que no cumple criterios para administrarle un respirador y la mandan a casa es el fruto de socialización con las instituciones y sus discursos. Ahí es cuando realmente se manifiesta una institución: gracias a los roles sociales que cada uno cumplimos, es decir, los que cumplen con el rol de militares, policías, personal sanitario que “solo hacen su trabajo” obedeciendo las reglas de la institución a la que pertenecen y los individuos que nos sometemos a su tratamiento. Formamos una sociedad instituida y las instituciones se crean, estabilizan y perpetúan en nuestro imaginario colectivo gracias a los significados simbólicos que para nosotros representan autoridad, De este modo, les cedimos el poder porque nos creemos incapaces de modificar nuestra concepción del mundo. Hemos delegado a las instituciones y hemos dejado que decidan por nosotros.

LAS HERRAMIENTAS PSICOLOGICAS.

En primer lugar, una persona no es un individuo solo, que piensa de forma independiente, todos nuestros comportamientos, identidad, etc. están configurados y adquieren un sentido dentro de la sociedad en la que se encuentra. En segundo lugar, es por ello que somos capaces de crear influencia igual que la recibimos. Todos interpretamos y actuamos según las normas y valores sociales que aprendemos desde la más temprana infancia. Las normas y valores son reguladas por las recompensas y sanciones. No todas sanciones y recompensas son explícitas como una multa de tráfico, su significado y función son sociales y morales, por lo tanto, las normas y valores se vinculan con la identidad de las personas lo que significa que una persona no se puede separar de las normas que rigen cualquier situación. Las normas son guías de comportamiento en la sociedad, regulan su funcionamiento. Por ejemplo, las normas implícitas serían: saludar al vecino con el que nos cruzamos en el portal, no ir desnudos al super o no aplaudir a la Policía.

Cada grupo tiene sus normas y las personas que los forman se ajustan a ellas para seguir perteneciendo al grupo. En el grupo encontramos afinidades con personas a las que percibimos como parecidas a nosotros. Es decir, clasificamos las personas según las experiencias aprendidas y las emociones que están vinculadas a ellas que, por tanto, regulan el aprendizaje. Sin embargo, la percepción de otros no es una conducta individual, lo hacemos colectivamente construyendo, de esta forma, la realidad. Las personas con frecuencia nos basamos en las opiniones de los demás y sobre todo en las del grupo de pertenencia (familia, grupo de amigos, compañeros del trabajo, vecinos, minoría étnica, religiosa, etc.).

Por lo tanto, una ruptura de las normas implica sanciones formales e informales hasta llevar a la prisión o al ostracismo. Además, es más fácil descalificar a la persona que incumple las normas en vez de pensar si tiene razón y arriesgarnos de ser excluidos del grupo. Es por ello que cumplimos con lo que nos imponen, aunque la realidad actual de estado de alarma sea lo más surrealista que nos pudiera pasar. De este modo, las normas se cumplen bajo presión grupal o, en un conflicto entre la norma de no mostrarse diferente ante los demás y la norma que considera la objetividad como un valor (Samuel-Lajeunesse, 2009). Esto lleva al pensamiento grupal que evita el conflicto a cualquier costa para mantenerse aparentemente unido, polarizando las decisiones o buscando punto medio ante el miedo a una enfermedad desconocida y el futuro incierto.

Las normas son la esencia del funcionamiento de un sistema y ahora más que nunca son necesarias para sostener el orden institucional establecido. De este modo, las normas son mecanismos de control social y retarlas deja en peligro a quedarse aislado, por esto, hay una tendencia a conformismo y a dejar todo en manos de los políticos, fuerzas de seguridad y del personal sanitario.

Las normas se aprenden gracias al uso del lenguaje (la herramienta de comunicación social más sofisticada) el cual permite penetración de los discursos sobre lo que es prescrito y proscrito dentro de una sociedad (quedarse en casa, no saturar Urgencias). Un discurso es un conjunto de valores e ideas construidas en forma de prácticas lingüísticas o imágenes que emiten las instituciones con el objetivo de crear e influir modelos mentales en una sociedad. Por ejemplo, actualmente se está introduciendo el discurso de la “nueva normalidad” para que estemos dispuestos aceptar y con gratitud (!) las limitaciones de nuestros derechos y libertades cuando por fin nos dejarán salir a la calle. Así que, los objetivos de los discursos son prácticas colectivas y los resultados se pueden observar en la interacción entre los individuos que dan significado a sus acciones de una forma más o menos consciente.

Para mantener la dignidad la única forma es resistir, es decir, hacer prácticas de libertad para impedir influencia externa. Tanto la obediencia como la resistencia no son procesos individuales sino colectivos. Los diferentes valores compiten para imponerse en la sociedad: los del poder a través de las instituciones transmiten los suyos y los de los grupos minoritarios que intentan resistir y construir su propia versión de la sociedad, cambiar sus normas y cómo son las personas.

Aquí no son tan importantes las acciones de las personas sino la capacidad de sus discursos para calar en gran parte de la sociedad. El lenguaje permite acceder a los universos simbólicos, construir conocimiento colectivo, es un instrumento para crear nuevas experiencias y modelar los conocimientos ya existentes. Por lo tanto, permite construir nuevas realidades. La resistencia reside en romper con el imaginario colectivo que cede el poder a las instituciones creando otras representaciones de la realidad y modificando de esta forma imaginario instituido.

La obediencia de un grupo o un individuo depende de la forma en la que un discurso crea una realidad. Tal como lo demostró Milgram en su experimento (2002) todos somos capaces de electrocutar a una persona si se nos pide adecuadamente. Se puede convencer a una persona de cometer actos que considera inmorales si hay un experto que le diga que son necesarios y usando procedimientos de enseñanza adecuados, además, de esta forma, se elude la responsabilidad. Así que cualquiera puede ser un torturador o un héroe. No depende tanto de las diferencias individuales sino del contexto en el que se pueda encontrar, del discurso y de las normas que operan en este contexto.